Quisiera
tener mi propia casa de té. En ese lugar habría música de cámara, barroca, violines y clavicordios. Y no haría falta
llevarse un libro ya que se leerían cuentos en voz alta; cuentos de épocas
medievales, de misterios y romances. Cuentos de tierras lejanas, que propongan
al que la visita, sacarlo del mundo donde se encuentra y llevarlo a otros
horizontes. Los invitaría a perderse por un rato por otros cielos y con otros
personajes. Sería una especie de obra de teatro pero sin escenario. Sólo música
de fondo y locutores que lean la historia. ¿Juglares, tal vez? ¡Siempre me
gustaron los pasatiempos de las cortes!
Me
encuentro en “Santos Sabores”, un lugarcito mágico en Belgrano. Chiquito y
soñado, donde predomina el color aguamarina y tienen unas arañas de caireles
que fascinan. Inspiro profundo y cierro los ojos, ingreso a mi casa de té
imaginaria justo en el intermedio entre un cuento y otro. Mejor; así voy
preparando las ganas, mientras las hojas de té descansan perezosas en la tetera
embarazada de agua caliente. La música baja en intensidad, los aromas se
encienden, se escucha la voz de un hombre, un narrador. El ambiente incita a
cerrar los ojos. Será él quien nos transporte, estamos listos, la tarde es
nuestra, la aventura recién comienza...
Dice mi analista que incorporar un deseo en el discruso es el primer paso para eventualmente llegar a concretarlo..."quisiera tener mi propia casa de té" me resuena a primer paso.
ResponderEliminarQué genial! Recién me doy cuenta de lo que escribí...jajajaj!!! :)
EliminarCálido y gustoso como el té.
ResponderEliminar:)
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