domingo, 25 de marzo de 2012

Gaetana - Belgrano


“Pues los olores tienen la característica de reproducir tiempos pasados nunca igualados en el presente.”
“Como Agua para Chocolate” Laura Esquivel

Marzo llega a su fin y el otoño irrumpe sin dudarlo. No me da tiempo para buscar abrigo, él ya se impuso con masculina decisión. La estación del viento y de las hojas crocantes es tal vez mi preferida. Invita a encontrarnos a puertas cerradas, con bebidas calientes, repostería y miel. El otoño renueva las ganas de la escritura, de la lectura, de acurrucarnos con el libro en nuestro sillón preferido. Momento para volver a uno después de haber estado tan afuera, tan expuestos, tan acalorados.

El otoño viste los paisajes de color sepia pero no apaga los corazones, los tranquiliza. Incita a reunirse con amigos y confesarles secretos. En lo que a mí respecta, despierta destellos de romance aunque también cierta melancolía por sueños no cumplidos. Esta es la época del año para estar mirando las praderas de Escocia, tan verdes que quitan el aliento y tal vez descubrir, a lo lejos, un castillo que esconde leyendas y pasiones. También me iría al sur de la Argentina sin dudarlo, donde hay picos nevados y chocolate en rama. Tomaría el té en cabañas de madera donde la vajilla es de porcelana con flores pintadas a mano. Y tal vez allí, al lado del hogar a leña, podría completar el libro y publicarlo…

En Gaetana huelo mi niñez. ¿Por qué será que los aromas nos traen recuerdos mucho más nítidos que una fotografía? Para mi la Navidad huele a jazmín y a canela. El chocolate derritiéndose con manteca en la olla es el olor a cumpleaños. Y cuando huelo a tostadas, es que mamá está en casa.

En Marzo el año recién empieza; todo es posible. Viajar en el tiempo recordando sabores o soñar despierta con futuros destinos. Bienvenido, otoño, novio mío. Volemos como hojas por nuestro cielo infinito.

(Texto inspirado mientras tomaba el té en Gaetana. Lugar delicioso que desborda calidez en su trato, cordialidad y una decoración divina. Sus sillones, el hogar a leña, sus tés y su repostería sintonizan maravillosamente bien con esta estación. Una joyita escondida en Belgrano. No se la pierdan.) 

www.gaetana.com.ar




Fotografías de Stephen Barnes

martes, 20 de marzo de 2012

Croque Madame (Café del Museo Nacional de Arte Decorativo) Recoleta


“Sentí que se me encogía la garganta y, a falta de palabras, me mordí la voz.”
La Sombra del Viento – Carlos Ruiz Zafón


Ruiz Zafón esconde poesía dentro de la prosa. Cada oración una perla, cada párrafo, un collar. Narra historias de suspenso, de personajes adorables, de situaciones espléndidas, pero es en la elección de sus palabras donde radica su don. Mi admiración por su escritura es completa.

En esta parte de Buenos Aires, donde uno juega a estar en París, me siento invadida por la música de Edit Piaff. Arquitectura europea, clase, buen gusto. Cuando pienso en Francia me viene a la mente la película “María Antonieta” de Sofía Coppola. Y aunque mi profesor de guión me confiese no sentirse atraído por las historias de niños ricos tristes, yo disiento. Para mí es mucho más que eso. Los que vieron la película recordarán que Sofía muestra imágenes de época y las edita con música de rock, o que entre los zapatos de la reina esconde unas zapatillas All Star. O las fiestas en Versalles de lujos desmedidos y decadentes, donde la palabra demasiado no es suficiente para describir la altura de un peinado o la cantidad de moños de un vestido.

¿Qué es lo que más disfruto de una película?, me pregunto mientras disuelvo los cristales de azúcar en mi té de canela. A veces quedo atrapada en el fondo, otras en la forma. Hay quienes dicen que todo es arte. Y hay tantos sabores como dulces en la bandeja de María Antonieta. ¿Estará en la variedad el gusto?

Mis bibliotecas desbordan libros y películas y pronto me mudo. ¿Tendré lugar para poder llevarme todo? ¿Tendré que prescindir de algunos? Los metros de mi nuevo departamento son escasos. La decisión es difícil.

Recibo un mensaje en Facebook, me recomiendan que mi próximo destino sea Chez Pauline. Ya había escuchado hablar de esa casa de té, dicen que ahí realizan degustaciones y dan cursos. Asiento con la cabeza, creo que llegó el momento de empezar a conocer un poco más sobre esta tradicional bebida y dejar de una vez en el pasado el té en saquitos.


 Fotografía de Raevin Kumar

martes, 6 de marzo de 2012

Jolie - Belgrano R

“Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos.”
“Seda” de Alessandro Baricco


Abrí donde había dejado el señalador. Estaba volviendo a leer “Seda” de Alessandro Baricco, sin embargo esta vez se sentía diferente. Mi libro original había quedado en manos de un amigo que jamás me lo devolvió, ese libro tenía resaltadas mis partes preferidas. Éste es nuevo, recién nos presentamos, estamos en los primeros pasos del cortejo. Yo había dejado en el otro todo mi arrebato, mi sorpresa, mis exclamaciones.  Desprolija, había llenado los márgenes con tinta apretada y pasión apremiante. Baricco siempre será Baricco, pero en el otro ejemplar también estaba yo.  

Necesito deshacerme del señalador y una vez en confianza, cuando mi libro y yo seamos uno, poder doblar sin culpa las esquinas de las hojas.

La tarde amenaza con lluvia; al lado de mi mesa hay una parejita leyendo algo en una tablet. Me encanta la nueva tecnología (estoy escribiendo en una laptop), pero si de leer se trata, prefiero sentir el libro en la mano: su peso, su olor, sus hojas. Me gusta el libro de tapa dura, porque es como un caballero inglés que me trata de usted y que infunde respeto, pero reconozco que me acompaña mejor el otro. El de tapa blanda es el amigo incondicional que no se queja cuando se me cae en la arena, ni cuando accidentalmente lo rocía el agua. De todas formas, admito, que aunque menos adaptable, el de tapa dura arranca exclamaciones de mis invitados, su belleza es indiscutida y yo soy la primera en sucumbir a su visual encanto.

En Jolie los asientos están tapizados con géneros de cuadros de Gustav Klimt. Miro la escena de amor, de colores amarillos y mezclados. Los libros no se prestan, pienso. Pero al igual que los enamorados de Klimt, lo tomo entre mis manos, nos miramos a los ojos y lo vuelvo a abrir despacio, como pidiendo permiso. Él se deja, dócil. La lluvia estalla en la ventana y yo me sumerjo en la tinta.

“-¿Cómo es África?” 
“-Cansa.”

Y así, Baricco me da cátedra sobre cómo elegir la palabra justa, la que me haga sentir el agotamiento de viajar hasta tan lejos, las interminables expediciones, el clima hostil.

-“Cansa.”

Me quedo muda frente a tanta perfección.

Y remata con:

“-¿Cómo es el fin del mundo?”
“-Invisible.”

Dar en el blanco, anoto, y así inauguro tímidamente mi primer comentario en la hoja. Y antes de que pregunten, el té era de menta.



Fotografía de Raevin Kumar.