lunes, 30 de septiembre de 2013

Cajas Chinas

Tengo en frente mío una caja de bombones y el libro de Maro Vidal Varela y Mara Hitters que se llama Cajas Chinas. Las ilustraciones de Mara se asoman misteriosas detrás de un biombo de papel de arroz. Las palabras que Maro dosifica con gotero experto, caen en su lugar justo, creando olas en mi estanque interior. Y así, me van contando la historia de una nieta y su abuela y el lazo de amor entre ellas. Dan ganas de leerlo de corrido, pero sería un sacrilegio beber la taza hasta el fondo de un sorbo como cuando se tiene sed. Mi plan es otro. Un solo bombón y un solo capítulo. Como un aceite esencial que extrae lo mejor de la flor, esa gota es suficiente para perfumar el corazón de esta niña de agua que llevo dentro. La tarde de primavera se enfrió de golpe; buscando abrigo abro mi nuevo blend de David’s Tea, regalo que me trajeron de New York. La mezcla es muy exótica, la etiqueta detalla: manzana, menta, aceite de naranja, pétalos de caléndula y rosas.
Pero prefiero cerrar los ojos y oler, esa es toda la información que necesito. Me pierdo en los dibujos de Mara. Quisiera abrir esas cajitas chinas como lo hizo Sakura, la protagonista del cuento, y al igual que ella, descubrir los nombres de los sentimientos que estaban ocultos. Entre pausas, colores y aromas se desenvuelve ante mí el primer sentimiento de esta tarde: gratitud.







Gracias Maro y Mara por haber escrito un libro tan especial.

Gracias Fabiana Rodriguez Tosti por haberte acordado de mí en tu viaje.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Buddah BA - Casa de Té - Barrio Chino (Wong Kar Wai)

“Reinaba la intranquilidad. Ella, tímida, inclinaba la cabeza para que él se acercase. Pero a él le faltaba valor. Ella dio media vuelta y se alejó.”
In the Mood for Love (Con Ánimo de Amar) del director Wong Kar Wai.


Hoy ando en susurros, como para no despertar a nadie. Cautelosa y tranquila, como una geisha, me deslizo dentro de la casa de té de dimensiones mínimas.

No me preocupa el afuera con su velocidad y sus demandas. Adentro, las  horas se suceden lánguidas, como pintura de Dalí. Tarde de tiempos infinitos como si fueran parte de la película “Con Ánimo de Amar”. Recuerdo cómo me marcó cuando la vi, esa noche supe que mi vida no sería la misma. Esa noche me decidí a estudiar guión de cine, algo inusual para una profesora de inglés. Tres personajes cuentan la historia: él, ella y el silencio; acompañados por una música mezcla de tango y vals, que me atravesó el corazón en cámara lenta.  ¿Cómo olvidar a la Sra. Chen? Nunca vi una mujer más femenina que ella. ¿Será por la forma en que aletea los párpados como mariposa o por cómo sube y baja las escaleras con esa melancolía eterna? Enséñeme, Sra. Chen. Muéstreme cómo se ve la vida desde sus ojos. Aquí, en occidente, la mujer es tan distinta…

Levanto la tapa de la tetera y huelo; hoy la infusión es de jazmín y la mousse es de té verde. Anoche terminé de releer “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen, sin embargo todavía no estoy lista para despedirme de Elizabeth Bennet o del Sr. Darcy. ¿Cómo no extrañarlos si compartí cada segundo de su historia?  ¡Si me embarré en la campiña inglesa, viajé en carreta y asistí a bailes vestida de encaje sólo para estar con ellos! Si no veía la forma de apurar las horas para volver a verlos. Si casi a escondidas, viví semanas enteras con un secreto.



Nunca me gustaron las despedidas, pienso, mientras miro el fondo de la taza vacía. Sólo me queda el consuelo del reencuentro con sabor a déjà vu. Tal vez una tarde cuando el tiempo pase, nos volvamos a cruzar en la biblioteca de casa y todo empiece otra vez, como en la “Invención de Morel”, repitiendo un ciclo que promete ser perpetuo.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Villa Ocampo - Volver al comienzo

Llego a Villa Ocampo con los ingredientes justos para preparar la mezcla. El escrito, suponía, tomaría forma y color con el tiempo y la temperatura adecuada. Con la fe intacta y las ganas de que resultara algo por lo menos novedoso, fui creando mi propia receta. Unas gotas de limón, un capricho de azúcar. Prueba y error hasta hallar la combinación perfecta, el equilibrio añorado, el sabor que me identificara.

Me siento en la galería y pido té. Las mesas redondas de torta y charla unen grupos de mujeres que vienen a disfrutar de la historia, de la magia, del misterio. De las mesas detrás mío me llegan palabras en inglés y francés, destejidas en hilachas casi inaudibles. Así debió ser esta casona en la época de Victoria Ocampo, casa que daba acogida a palabras de distintos idiomas, notas musicales, matices de la voz. Siento que estoy en una especie de cofre donde habitan las ideas. Mi objetivo es claro: buscar excusas para inspirarme, volver a escribir. Las casas de té siempre fueron una fascinación para mí. Son lugares donde se detiene el tiempo, donde encuentro el horno justo para cocinar palabras con gusto a tardes en buena compañía. Hacerme preguntas, descifrar enigmas. Victoria Ocampo y su amiga Virginia Wolf alentaban a las mujeres a escribir, a encontrar su voz, su esencia. Por eso empecé en la casa de Victoria, para decirle que escuché lo que dijo, para pedirle que transite a mi lado estos doce meses y me acompañe. El recorrido es incierto, como lo es la vida. Una mujer con una misión. Un año que empieza con olas de calor. Dejemos la preparación tranquila por un rato, así leva, crece y se transforma.


Fotografía de Raevin Kumar