martes, 6 de marzo de 2012

Jolie - Belgrano R

“Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos.”
“Seda” de Alessandro Baricco


Abrí donde había dejado el señalador. Estaba volviendo a leer “Seda” de Alessandro Baricco, sin embargo esta vez se sentía diferente. Mi libro original había quedado en manos de un amigo que jamás me lo devolvió, ese libro tenía resaltadas mis partes preferidas. Éste es nuevo, recién nos presentamos, estamos en los primeros pasos del cortejo. Yo había dejado en el otro todo mi arrebato, mi sorpresa, mis exclamaciones.  Desprolija, había llenado los márgenes con tinta apretada y pasión apremiante. Baricco siempre será Baricco, pero en el otro ejemplar también estaba yo.  

Necesito deshacerme del señalador y una vez en confianza, cuando mi libro y yo seamos uno, poder doblar sin culpa las esquinas de las hojas.

La tarde amenaza con lluvia; al lado de mi mesa hay una parejita leyendo algo en una tablet. Me encanta la nueva tecnología (estoy escribiendo en una laptop), pero si de leer se trata, prefiero sentir el libro en la mano: su peso, su olor, sus hojas. Me gusta el libro de tapa dura, porque es como un caballero inglés que me trata de usted y que infunde respeto, pero reconozco que me acompaña mejor el otro. El de tapa blanda es el amigo incondicional que no se queja cuando se me cae en la arena, ni cuando accidentalmente lo rocía el agua. De todas formas, admito, que aunque menos adaptable, el de tapa dura arranca exclamaciones de mis invitados, su belleza es indiscutida y yo soy la primera en sucumbir a su visual encanto.

En Jolie los asientos están tapizados con géneros de cuadros de Gustav Klimt. Miro la escena de amor, de colores amarillos y mezclados. Los libros no se prestan, pienso. Pero al igual que los enamorados de Klimt, lo tomo entre mis manos, nos miramos a los ojos y lo vuelvo a abrir despacio, como pidiendo permiso. Él se deja, dócil. La lluvia estalla en la ventana y yo me sumerjo en la tinta.

“-¿Cómo es África?” 
“-Cansa.”

Y así, Baricco me da cátedra sobre cómo elegir la palabra justa, la que me haga sentir el agotamiento de viajar hasta tan lejos, las interminables expediciones, el clima hostil.

-“Cansa.”

Me quedo muda frente a tanta perfección.

Y remata con:

“-¿Cómo es el fin del mundo?”
“-Invisible.”

Dar en el blanco, anoto, y así inauguro tímidamente mi primer comentario en la hoja. Y antes de que pregunten, el té era de menta.



Fotografía de Raevin Kumar.

11 comentarios:

  1. hermoso...no puedo agregar nada.
    Que bien que trata a las palabras.

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  2. Leerte es como compartir ese té con vos. Ese momento íntimo del cual nos haces cómplices, a través de tus pensamientos, de tu entorno y de tu poesía.

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  3. Hay un sincero erotismo en el texto
    Una pasión silenciosa que se queda con uno

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    1. Se nota que leés con mucha atención. Me sorprensdiste, Jorge! Gracias por venir a visitarme.

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  4. Siempre he tenido un gran respeto por los libros, tanto que nunca pude hacerles mis marquitas. Tanto es así, que no logro poner simplemente mi nombre en algún lugar aunque sea con lápiz.

    Pero leyendo lo que te pasa con ese otro libro que prestaste entiendo perfectamente que en ese libro también estaba vos. Intentaré tener otro tipo de relación con ellos, sería avanzar en un próximo nivel?

    Mis apuntes si, definitivamente SON mis apuntes (estoy en ellos), con ellos mantengo un diálogo constantemente. Te sigo leyendo, muy lindo blog!
    Besos.

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  5. Bienvenida, Karina! Me hiciste reír con lo de 'avanzar de nivel' en nuestra relación con los libros...muchas gracias por comentar!

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  6. hola Maria, gracias por pasarte, muy lindo tu blog!

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  7. Estoy de acuerdo con Solari, las palabras acarician. Estás encontrando en cada entrada la palabra justa y perfecta. Espero las siguientes con ansias.

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